La abstracción

Intentando trazar un forzado paralelismo entre la maraña pictórica y la nebulosa poética (con intención de explicarme a mí mismo cómo abordo ambas dimensiones creativas, más que con la intención de explicar conceptos a los demás), diré que lo figurativo se podría corresponder en poesía al poema estructurado según las medidas y cánones heredados de la tradición métrica, mientras lo abstracto sería o respondería mejor a conceptos relacionados con la poesía concebida como libre expresión no sujeta convencionalismos formales, si bien, la palabra y el soporte estructural del idioma son rasgos distintivos y a la vez, elementos comunes a ambos, tal que los pigmentos y los materiales lo serían a lo pictórico.

Si bien las correspondencias entre una y otra podrían ser evidentes en momentos dados, las diferencias son ostensibles. Optar por uno de los caminos, ya en lo poético, ya en lo pictórico, desemboca en una realidad diferente o en dimensiones de una misma realidad que articula de forma distinta tanto la intención como el sentido de lo percibido y lo representado. Si la correspondencia al colofón de la paleta figurativa sería un vibrante soneto métricamente perfecto. La obra abstracta, más que verso, es palabra, canto liberado. Poema sin rima ni medida. 

 

La fuente de ambas manifestaciones es en esencia la misma, una proyección del ser en el arte, un vehículo para facilitar la comunicación entre las distintas dimensiones que nos componen y potenciar nuestro crecimiento personal, nuestra aventura sin fin en pos del Absoluto. Tal vez, alguna vez, el pintor y el poeta, se vean abocados a elegir una corriente, lo demande su necesidad vital, o su cuota de mercado artístico, pero de momento, me siento pagado con esta sensación de volar entre cielo y tierra, de ser hoy verso medido y mañana verso informe, figurar entre las formas o abstraerme en el sentido metafórico de lo real.